Música en la pandemia


Han pasado unos pocos años desde que la pandemia nos atacó y transitoriamente pudo cambiar muchas cosas. Si acaso aprendimos la lección aún está por verse, pero si algo sin duda cambió es la ahora cotidiana presencia de lo no presencial, de lo virtualizado a cambio de lo real, y en términos amplios eso no ha sido nada malo, por supuesto.Aquí hay un pequeño ejemplo de algo que, como muchísimos otros, experimenté quizá por vez primera en junio de 2020. Ahora ya nos es familiar, pero no podemos perder de vista cuando no sucedía así. Esta es la reseña escrita en ese momento:Bastaron unos segundos de escuchar medio de lejos un video por celular para que me acercara a ver qué era y de dónde salía una música rítmica, coral, encantadora. ¿Qué sería? ¿Monteverdi? No, claro que en 1600 (¡los tiempos de Sor Juana!) no había lo que hoy día llamamos “música minimalista”, aunque ya la polifonía reinaba. ¿Serían tal vez esas maravillosas composiciones virreinales mexicanas, o acaso —el encierro lo hace a uno alucinar— el fantástico grupo jarocho (sí, jarocho) Son de Madera, que recupera esa tradición de la música barroca mexicana? Pienso entonces en el disco La guitarra en el México barroco, tocado por la intérprete francesa Isabelle Villey. En las notas de ese disco (Difusión cultural UNAM) dice: “Investigaciones recientes demuestran que en la música de Veracruz se han conservado vivas muchas de las prácticas instrumentales del barroco, especialmente el uso del rasgueo, y asimismo se han mantenido en uso muchos de los instrumentos de la época”. Pero no, definitivamente no es eso.Se parece un poco también a “Tehilim” (Salmos) del norteamericano Steve Reich (1981), por esos pulsos rítmicos corales… pero esto está en español y se escucha como que más alegre.Veo entonces en la pantallita una buena cantidad de mini cuadros con un solo cantante en cada uno, y la música continúa con una hermosura rampante y una dinámica y deslumbrantemente sencilla producción audiovisual. “Hombres necios…” dicen: ¡Sor Juana! Pero tampoco es uno de sus villancicos (que además no sabemos bien a bien cómo sonarían) sino sus muy conocidos versos de eso que hoy identificamos como una duradera y temprana reivindicación de la igualdad de género.Llevo ya cinco meses atrapado en Santa Bárbara, California, a donde inocentemente vine por una visita de 15 días; Sara Poot me dice que se trata de un video enviado desde la Ciudad de México por su amiga Carmen Beatriz López Portillo, la radiante rectora de la Universidad del Claustro de Sor Juana, y es una muy reciente producción de su Coro Virreinal y del Coro Délicieux, con música original de Juan Andrés Vergara, ¡pero grabado en forma individual por cada uno de los 42 participantes desde un teléfono celular dentro de sus propias casas!, todos bajo la dirección y coordinación musical de Aquiles Morales, con un enorme, deslumbrante trabajo de edición de audio y video realizado por Sebastián Negrete, quien además es tenor solista.¡Esto es de clase mundial!, le digo a la rectora: quedé anonadado, y se me ocurren muchas cosas acerca de la ilimitada potencia de la música, aquí enriquecida y hecha posible mediante la tecnología digital. Vaya combinación magnífica entre el arte y las matemáticas. La ciencia aplicada al servicio de los más altos valores estéticos. Si esto no es digno de celebración, nada lo podría ya ser.Estamos hablando de ocho sopranos, once mezzosopranos, un tenor y dos bajos, en el primer coro, más cinco sopranos, tres mezzos, seis tenores y dos bajos del segundo coro, sumados a un tenor solista, un piano, un contrabajo y una percusionista: toda una estructura formal de notas, tiempos y compases, más una ingente cantidad de poder computacional, software especializado para música y para video, coordinación de músicos a distancia, sensibilidad artística, gusto por la creación y derroche de elegancia.Según mi limitado entender, la música está compuesta por varios elementos estructurales, entre los que destaco, en orden creciente de complejidad, la melodía, el ritmo y la armonía, aunque sin duda hay otros aún más profundos, como la “multidimensionalidad” que, sin embargo, no sabría bien a bien cómo definir por mi falta de conocimiento técnico, aunque sí soy capaz de detectarla, como de sobra sucede en este regalo que se mueve dentro de la espiritualidad, nos aleja de lo superficial y nos recuerda el fundamental valor del arte para la vida.Se puede ver y escuchar aquí. Dura 4 minutos y medio.Ese video tiene menos de cuatro años, y no debiéramos cometer el ya frívolo sacrilegio de considerarlo como si fuera algo dado, “normal y natural” pues, para nuestra fortuna, sigue siendo precisamente todo lo contrario.AQ

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